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Megáfono abierto en el 22J, lo mejor que viví en el 2013

“Lo que hace tan difícil de soportar a la sociedad de masas no es el número de personas, o al menos no de manera fundamental, sino el hecho de que entre ellas el mundo ha perdido su capacidad para agruparlas, relacionarlas y separarlas”

Arendt

Publicado: 2013-12-31


La movilización del 22J es recordada por la vehemencia con que se reprimió a los manifestantes. Sin embargo, algunas cosas bonitas pasaron y, antes de que se acabe el año, quería compartirlo. Para mí y para muchos compañeros fue de lo mejor que nos ha tocado vivir este 2013.

Después de que los manifestantes fuimos reprimidos en la avenida Abancay, algunos volvimos a la Plaza San Martín. Suele pasar en estos eventos que, antes de ser concluidos, los organizadores toman un megáfono y ofrecen un discurso sobre la cuestión. Sin embargo, lo que sucedió esta vez fue que, al llegar a la plaza, muchísimas personas quisieron hablarle al público. Se oyeron bastantes gritos pidiendo el megáfono. La gente se sentía con todo el derecho de hacerlo: la mayoría aducía que venía en nombre de un grupo o que tenía algo importante que decir.

Ante esto, un grupo de compañeros propuso que todos tuviéramos la posibilidad de hablar, que se abriera un debate popular. A primera vista, lucía como una verdadera locura: éramos más de 200 y parecía que más de la mitad quería participar. Un número de compañeros se mostró escéptico ante tal posibilidad e intentó calmar los ánimos diciendo que habría más oportunidades para expresar el descontento.

Reflexionemos sobre esta imagen: los que buscamos cambios en la política siempre lamentamos la poca participación y el poco interés en los asuntos públicos que muestra la población. ¡Aquí pedían participar a gritos! ¡Nuestro deseo se había convertido en una realidad palpable! Felizmente, todos reparáramos en eso y decidimos sacar adelante la propuesta inicial: el megáfono estaría abierto.

En algunas asambleas universitarias, lo que se suele hacer en estos casos es inscribir en una lista a todas las personas que desean opinar, luego se llama a cada una de acuerdo al orden en que se apuntaron y se establece un determinado tiempo para sus palabras. Esa fue la propuesta.

Para grata sorpresa, todos se inscribieron de manera ordenada y esperaron de manera paciente su turno. Solo hubo un tío que, de un momento a otro, buscó arrebatarle el megáfono a uno de los oradores. Recién había llegado; pero, según él, nosotros nunca lo dejaríamos hablar. Por eso intentó amedrentar físicamente a los que estábamos adelante. Pero en ese instante, todo el mundo se paró. El tío Tuvo que esperar a que llegara su turno. La sensación de unión y esa energía hermosa que surge cuando se realizan cosas importantes en conjunto empezó a recorrer por todo el ambiente.

Más tarde, llegó una señora que pidió que se avisara, a través del megáfono, que había traído dos bolsas de panes que intentaría repartir entre todos los presentes. El hecho me hizo recordar al conocido pasaje bíblico de la multiplicación de panes porque se partieron en la mayor cantidad de pedazos posibles para que pudieran alcanzar. Éramos un todo.

Hace ya mucho que he dejado de ver a la política de manera muy idealista: pensar en una humanidad sin diferencias de ningún tipo me parece irresponsable. Pero, la política todavía sigue siendo mágica para mí: en una sociedad que respira individualismo, aún me puede regalar momentos comunitarios de mucha plenitud. En instantes así puedes sentir que las diferencias dejan de ser tan relevantes como para impedir que surja algún tipo de unión, sientes que podemos estar de acuerdo, por lo menos, en las pautas para discutir nuestras posiciones y, finalmente –como quisiera Arendt- valoras la política como ese instrumento generador de reconocimiento que todos los humanos necesitan.

Además de la señora de los panes, llegó un joven que se puso a repartir caramelos. Preciso para los que teníamos la garganta seca por las arengas. El único incidente negativo que recuerdo ocurrió cuando llegó el turno de una chica muy guapa: apenas se paró para caminar hacia el megáfono, un desubicado comenzó a silbarla. No obstante, parece que la campaña contra el acoso callejero ha tenido efecto: todo el mundo se apresuró en reprocharlo.

Es cierto que la actividad política puede ser muy frustrante. Los cambios que uno quiere se demoran en llegar. Pero hay momentos como éste y no son pocos: una marcha, un piquete, un debate, una reunión, un megáfono abierto y muchas cosas más siempre estarán ahí para recordarnos que no estamos condenados a la soledad del individualismo y a los deseos intrascendentes que predominan en esta época.

 

Cita: H. Arendt, La Condición Humana. Barcelona. Seix Barral. 1974, p.77.


Escrito por

jorgevela

Activista y Politólogo de la PUCP


Publicado en

Madrugadas Largas

Blog de Jorge Vela