La periodista quiere decir que es mejor trabajar sin derechos que no trabajar. Su razonamiento es similar al de los economistas que dicen que aunque hay grandes empresas violando derechos humanos en África, esa situación es mejor que la anterior porque antes de que estén estos empleadores, la gente se moría de hambre. Es decir, antes la gente se moría, ahora solo es violada.

Entre otras cosas, el problema de este razonamiento es que asume que esas violaciones se terminarán indefectiblemente en algún momento y que bajo esa estrategia vamos, sin duda, rumbo al paraíso.

Algunos defensores del recorte de derechos en el Perú para promover la inversión privada asumen que estos (de todos modos) retornarán. Creo que ese juicio no valora las actuales relaciones de poder en su verdadera dimensión: con los recursos materiales y la influencia cultural que tiene la CONFIEP y sus ideas, ¿por qué nos devolverían los derechos perdidos? ¿Qué sucede en el periodo de tiempo que los derechos son recortados? ¿No se refuerzan poderes fácticos de forma económica y simbólica?

Podría ser que mi enfoque sea innecesariamente confrontacional y que bajo otra mirada, se pueda sugerir que el empleador le irá proporcionando derechos al trabajador de manera progresiva ya que así mejorará su productividad y todos ganarán (enfoque “ganador – ganador”). Pero, ¿de esa forma se han adquirido los derechos laborales a lo largo de la historia? La respuesta es evidente.

No olvidemos que la democracia está, entre otras cosas, para diferir (adecuadamente, pero diferir). El enfoque ganador – ganador asume que todos queremos siempre lo mismo y solo hace falta saber la mejor manera de alcanzarlo. Si así fuera, no necesitaríamos elecciones cada cinco años. Bastaría tener siembre un buen técnico.